
Por Aridana Vasquez
El Valle de México tiene movimiento y quietud en un mismo instante.
¿Y si explorando la ciudad nos encontráramos de pronto en este espacio inerte entre el caos y la quietud? Podríamos entrar y salir del laberinto de la ciudad con un solo pestañear, y así encontrar nuestro propia voz, nuestro propósito y legado aceptando nuestra dualidad del fluir de la luz y vida que somos y de la quietud, oscuridad y muerte que también somos.
En el intento por vivir el día en total consciencia, cada vez que puedo, salgo de mi trabajo y me tomo un momento para ordenar mis pensamientos.
Camino hacia Cuicuilco, la zona arqueológica mesoamericana del periodo preclásico localizada en el sur-este del valle de Méjico, es traducido como el Lugar donde se hacen cantos y danzas. Esta ciudad tan lejana en el tiempo lineal aparente, y a la vez tan presente, la siento en plena conexión con mi espíritu ancestral. Ha sido siempre un refugio de ideas, un refugio silente de mares en calma para mi propia tempestades. Y se encuentra en plena ciudad, cerca de mi trabajo!.
Cuando llego a Cuicuilco respiro profundo y una recolección de antiguas memorias, me lanzan volando a ese espacio aislado y detenido en el tiempo. Siento que Cuicuilco me llama, y que quiere compartir conmigo sus secretos. Me gusta sentirme protegida por sus campos de lava. Las erupciones del Volcán Xitle sepultaron y destruyeron a Cuicuilco. Este desastre provocó la dispersión de la cultura Cuicuilca hacia Toluca y Teotihuacán; sus habitantes tuvieron que renacer y fortalecerse de nuevo.
Quizá sea la energía de todo ese espacio cubierto de lava, las miles de vasijas y huesos que quedaron atrapados en la roca volcánica, en contención; quizá sean esos secretos cubiertos y atrapados en aquellas erupciones del Xitle donde la lava eternizó el momento. Como cuando estoy aquí parada se suspende mi tiempo y se aclara mis pensamientos.
Cuicuilco se abre a mis ojos como un núcleo vigoroso de energía reparadora.
Su pirámide circular me trae el recuerdo del viento que fluye sin barreras y limpia mi ser dual, lo despierta.
Me siento con el libro de Ernesto Sábato, “Sobre héroes y tumbas” y esta oración llama mi atención:
“Un Misterioso acontecimiento se procede en estos momentos: anochece.”
¿Qué pasaría, entonces, si realmente viéramos pasar los días ir y venir , envueltos en el misterio?…
¿Cómo serían nuestras vidas si nos dejáramos sorprender por la complejidad del anochecer?
¿Si realmente pusiéramos toda nuestra atención en una sola rotación terrestre, y al final del día encontráramos otras respuestas sobre nuestra especie o sobre nuestro ser?
¿Qué siento yo de verme aquí, en este instante, en este espacio de tiempo?”
Me hago estas preguntas desde que era muy pequeña: pensaba siempre en la dualidad de la vida y la muerte. Cuando sentía miedo, de un momento a otro, el viento venía a calmar mi espíritu… el viento de una noche llena de misterio.
En Cuicuilco, el viento fluye y pasa silbando una música para mi adentro, y a veces se topa con las aristas de mis pensamiento. Su pirámide circular se siente fluir, abrazando y reconstruyendo cada idea, cada pensamiento hasta su liberación; la redondez de su pirámide principal lo hace posible. Así se recibe el canto y la danza del lugar, sin obstáculo alguno; solo fluye y emprende vuelo a nuevas percepciones. Mis preocupaciones diarias desvanecen y danzo en el silencio. Me corazón se abre aún más y un ímpetu por reconocerme como parte de este misterio que me envuelve.
El viento toca mi mejilla mientras me recuerda “Estoy aquí, celebró mi tiempo, mis pasos, mi obscuridad y mi propio canto. Soy la vía donde confluyen los tiempos. Crece mi corazón”.
“Soy vida.”